lunes, 17 de diciembre de 2007

Hernán Osses Santa María


Periodismo Corriendo por las Venas


Su pelo color ceniza y sus pasos lentos, se unen a las huellas que han dejado en su rostro, los 74 años que ha vivido este penquista. Basta con nombrarle periodismo y sus ojos se iluminan, su vocación la lleva a flor de piel, más aún cuando la escuela de la vida, ha sido su mejor maestra.

por Karina Zúñiga Cáceres *

Trabajar todos lo días con la misma pasión de cuando se empezó, es una dicha que pocos tienen, bajo esta mirada, Hernán Osses, se podría jactar de ser muy afortunado, pero su personalidad se lo impide, la humildad que posee es extremadamente palpable, se siente en el bajo tono de su voz, en su mirada insegura, y por sobre todo, cuando dice que no tiene méritos para que lo entrevisten. De todos modos accede, dejando en claro que no tiene la agilidad mental de antaño, a pesar de esto, los recuerdos de su trabajo periodístico están latentes, como si hubiesen ocurrido ayer.
Su madre fue profesora de economía doméstica, en una escuela técnica femenina, hacía tortas, pasteles, bombones rellenos, incluso ganó una exposición de dulces en Concepción, quizás por esto él adora comer chocolates, sin embargo, la capacidad culinaria maternal no la heredó, pues sólo sabe cocinar huevos fritos.
La nostalgia lo hace llorar, cuando va a la tumba de su padre y recuerda lo poco que lo comprendió, le hace mal. Desde muy pequeño le tocó ver sufrir a su mamá, a causa de los vicios de su progenitor, estos tristes recuerdos lo marcan, su voz se estremece y desvía la mirada cuando habla del tema. Las películas tristes también lo sensibilizan, debido a la interiorización que tiene con la técnica cinematográfica.
Su infancia, la vincula con lo impactante que fue vivenciar a los nueve años, el terremoto de 1939, de esta experiencia aprendió a no temerles, por lo que el del sesenta no lo alarmó y mucho menos el último temblor que sacudió a Concepción, a pesar de vivir en un quinto piso.
Al momento de definirse no duda ningún segundo en hacerlo basado en su profesión: “Como un periodista que tiene una larga trayectoria, y que ha tratado fundamentalmente de ejercer la profesión a cabalidad, intensamente, es decir, sin dejar un momento del día y en algunos años, de la noche, de trabajar por el gran placer que produce”.
Cuando joven practicó fútbol, por lo que se entiende que debería disfrutar con este deporte, lo cual no es así ya que goza cuando pierde la selección chilena, pues así le lleva la contra a toda la ignorancia de los cronistas deportivos, no soporta a Mauricio Israel por entrar “por la ventana al periodismo”, sólo porque tiene plata y a Bomballet lo considera un tonto que no tiene respeto por las personas y eso para él es fundamental.

Familia versus trabajo

Una cuadra y media de su casa lo separaba de Sonia Pincheira, una atractiva joven, menor que él, quien cursaba el último año en el Liceo Experimental. Después de egresar comenzó a trabajar en la Secretaría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Concepción donde él estudiaba, el destino los unió, se casaron, y ya llevan treinta y cinco años de la mano.
De esta relación nacieron dos hijos, un hombre y una mujer que ya no viven con ellos, están en Valparaíso y Santiago respectivamente, siguiendo por fortuna, como dice su padre, un camino distinto al de las letras, ambos estudiaron ingeniería civil industrial.
Cuando trabajó fuera de Concepción, desplazó muchas veces a su familia, teniendo que asumir el rol de padre su esposa, por lo cual en los últimos años les ha estado entregando el tiempo que les debía. Va a buscar a su señora al gimnasio varias veces en la semana, rotulándose simpáticamente como su esclavo, porque si fuera necesario lo haría en cada oportunidad que ella se lo pidiera.
“ Cuando uno guarda afecto con otra persona, pasan los años y casi una vida entera, la madurez de los sentimientos va mucho más allá de lo que constituye un goce del amor espiritual y físico del otro ser, sin duda va más allá”, con estas palabras describe su relación con Sonia.
Tiene una distancia kilométrica con todo lo que tenga un fanatismo religioso, es católico por costumbre, y por no contradecir a su esposa, así evita disgustos. Piensa que la visión de la iglesia, frente al avance de la tecnología y la civilización es muy retrógrada, y que la sociedad asume las consecuencias de ella. “Aunque fuera un católico recalcitrante, aceptaría el uso de la píldora del día después, la considero una solución no sólo para las violaciones, sino que también para que el mundo no se siga multiplicando y después no haya como alimentarlo”.

Entrega total

A los diecisiete años, comenzó a trabajar en la Radio Simón Bolívar, como una actividad extra a sus estudios, mientras cursaba cuarto año en el Liceo de Humanidades.
Posteriormente ingresó a Pedagogía en Castellano en la Universidad de Concepción, pues era y es, un muy buen lector, que conserva como libro de cabecera El Quijote y goza con las novelas de García Márquez. Su curso era de cuarenta alumnos y eran dos hombres, porque en esa época las pedagogías eran despreciadas por los varones. Llegó hasta cuarto año y como la radio y la prensa escrita lo iban absorbiendo no iba a clases, así que no se recibió. No hace mucho comenzó a tratar de ubicar a sus compañeras, sobre todo las que le atraían más, tomando contacto con algunas.
Hernán siguió, de cierta manera, los pasos de su hermano mayor, ambos abandonaron sus carreras para convertirse en periodistas por vocación, eso si, que reconoce la superioridad de su consanguíneo, al cual admira mucho.
Su desarrollo dentro del periodismo, se consolidó gracias a dos factores, el primero, la falta de diversificación que tenía esta carrera en un inicio, y el segundo, por desempeñar un reporteo arriesgado en etapas políticas difíciles del país, específicamente en la década del setenta, obteniendo ganancias que le permitían sobrevivir, bajo el costo de una tortura que él recuerda como un gaje del oficio.
Se ha entregado a su profesión por entero, reconoce tener una forma inconfundible de hacer periodismo, evitando a toda costa firmar sus trabajos, sólo por el placer que le causa informarse, de que alguien se interese en averiguar quién fue el autor del texto, no obstante, siempre se muestra insatisfecho con lo que crea.
Vivió intensamente su labor como reportero, su casa era el diario, trasnochaba para ver como aparecía la letra impresa, era el editor, diseñaba y hacía los despachos de la publicación, desempeñándose en algunas oportunidades como fotógrafo.
Aún le pesa, no haberse quedado trabajando en el extranjero, viajó varias veces y le ofrecieron oportunidades laborales, como en 1972 en España, durante la dictadura de Franco, donde le pedían como requisito entrar al Opus Dei, eso le pareció absurdo, y no aceptó. También le ofertaron en Panamá donde pagaban muy bien y era bastante atractivo, pero pensó en su familia y sintió el temor al cambio de país, pues se considera un enamorado de su ciudad natal. Hoy, con la experiencia de los años, cree que el sacrificio hubiese traído sus recompensas.
A pesar de su edad, aún se desempeña como docente en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Concepción, al parecer su pasión es más fuerte y lo seduce para seguir enseñando.
La incertidumbre de las nuevas generaciones de periodistas y la comercialización de la carrera le preocupa pues se olvidan de lo importante que es la vocación.
Si pudiese retroceder el tiempo y cambiarlo, seguiría una canción de Edith Piaf, quien a su parecer, es la mejor cantante popular francesa de la historia, la letra dice:“Rien, Je ne regrette rien”, “Nada, yo no me arrepiento de nada”, y lo asegura con una gran convicción, a pesar de reconocer algunos pecadillos normales, de los que la gente común se arrepentiría.


* Karina Zúñiga es alumna de la Carrera de Periodismo de la Universidad de Concepción, realizó esta entrevista en 2004.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Casi morí de vergüenza cuando me mostró esta publicación. Pero agradezco que lo considere y se dé el trabajo de poner hasta foto jejeje.
Espero tenga un buen fin de año.
Saludos desde Santiago

Kiosco Salo Concepción dijo...

Hola:

Un saludo cordial desde Concepción, Chile.

Atte,

Kiosco Salo Concepción