Comparable con una fortaleza imbatible, el edificio corporativo del diario “El Sur” alberga a uno que otro periodista que debe lidiar con un agotador turno sabatino. En el tercer piso los teléfonos suenan, pero cuesta que alguien conteste. Las salas de prensa, abarrotadas en el ritmo habitual de lunes a viernes, dan paso a uno que otro profesional que cumple tareas extraordinarias. Unos pasos más allá, y el entrevistado emerge de su luminosa oficina.
Por Felipe Besoaín *
Gustavo Sáez Sáez se desempeña como periodista de la sección “Cultura y Espectáculos” hace más de 10 años. Aquel día debió asumir el rol de editor, y como tal, debió coordinar la cobertura a un concierto de unos practicantes. Dos entradas cerca del escenario es el resultado de aquella llamada. Se disculpa, aduciendo que “debe asumir los costos de los imprevistos”. Aprieto el gatillo y se enciende la grabadora.
Un multifacético por naturaleza.
Desde el día de su nacimiento -el 2 de julio de 1937- este hijo único habita los parajes penquistas. Comenta que tuvo una excelente relación con sus padres, los cuales le dieron una crianza bastante normal, comparándolos con algunos símiles en estos tiempos.
Respecto a su educación, declara que su formación pasó por una decisión “bastante ecléctica” de sus progenitores, no arrepintiéndose de aquello. Cursó desde kindergarten hasta segundo básico en un colegio presbiteriano, para luego continuar en 4ta. de preparatoria –cuarto básico- hasta el término de sus años escolares, en el colegio de los Padres Franceses, actualmente Sagrados
Corazones. Durante aquellos años inicia una exploración tan extensa como los colegios que lo albergaron, por diversas disciplinas: fútbol, basketball, ping pong; incluso los tradicionales cross-country, donde comenta con añoranza que “más de alguna de ellas perdió”.
Reconoce, en esos momentos, el gusto por el humanismo. Fue en aquella área sonde pudo concretar diversos proyectos que fomentaban su capacidad creativa y emprendedora. Fue gestor de ferias del libro, una Academia Literaria Escolar, entre otros logros. Sólo en el segundo año de humanidades, descubriría la pasión que lo acompañaría por el resto de su vida: el teatro.
Recuerda con agrado la iniciativa que tuvo su colegio durante sus tres últimos años de enseñanza. La dirección decide contratar actores profesionales, quienes desarrollarían talleres de formación muy similares a los de escuelas profesionales, destacando la rigurosidad y disciplina impuestos.
Grisol Herrera Roberto Navarrete, Eduardo Heide, entre otros. Actores del antiguo TUC, o Teatro de la Universidad de Concepción, serían sus constantes maestros. modelarían a un naciente Gustavo Sáez actor. Agraciado, ya que no tuvo problemas con sus padres en la opción profesional que quería tomar, abordó el primer tren de la mañana, quizás cegado de dónde pondría sus pies algunos años más tarde.
La gran escuela penquista.
Cuando Gustavo Sáez cursaba sexto año de humanidades, Navarrete, su último director en la enseñanza secundaria, le propuso ingresar al naciente TUC. Era el año 1955, y al año siguiente se iniciaba el proyecto del teatro universitario.
La idea era profesionalizar una escuela en nuestra ciudad. Avalada por el rector de ese entonces, David Stitchkin Branover, se cimenta un proyecto de carácter vespertino, con los mejores directores de la corriente universitaria de aquel entonces. Se llegó a decir que el TUC superaba a los grupos capitalinos más tradicionales. Una tarea bastante maratónica, ya que no cualquiera se arriesgaba con un proyecto de tal envergadura, más aún con el apoyo de una entidad universitaria que aportaba capital para aquello. Los matices que lo hacían diferentes era la enorme cantidad de profesionales volcados al diseño de una estructura académica y, en paralelo, de una contundente agenda teatral tanto nacional, como extranjera, con el respaldo de un público fiel. “Fue la única ocasión en que en Concepción la gente ha vivido del teatro”, sentencia.
Desde el 56 al 58, nuestro entrevistado tomaba clases en la universidad. Aunque fue en paralelo, donde decidió optar por cursar estudios de abogacía. Duró solamente un par de años, para cambiar radicalmente sus fichas y apostar por el periodismo, en la misma casa de estudios que lo vio formarse como actor.
Al ser consultado respecto a cuál de estas dos opciones da más frutos, señala categórico que la última carrera estudiada, debido a que “el teatro en provincias, en comparación con el periodismo regional, no es rentable en el sentido de la infraestructura y el apoyo necesarios para levantar una obra y sostenerla con el apoyo del público”, reiterando la idea del TUC. No piensa de igual manera con respecto a la creativa dramatúrgica del actor penquista, ya que, según sus propias palabras, “ha quedado realmente demostrado, y no sólo en las artes escénicas, que éste tiene una capacidad de hacer invaluables composiciones, con un sentido bellísimo”.
Las circunstancias históricas, por todos conocidas, acontecidas en los años 70´s en nuestro país, marcaron la caída de un proyecto, de un ideario, y de tantas anécdotas (ver cuadro aparte) que marcaron una etapa muy importante de su vida. “Esos momentos son imborrables, difícilmente otra disciplina te pueda desdoblar de tal manera, como lo hace el teatro”, comenta con ojos brillosos.
Un actor de lápiz y croquera.
La incursión en el periodismo de, en ese tiempo, inquieto joven, se puede apreciar desde el primer año de carrera. Allí comienza a tomar todos los trabajos que pudieran ofrecerle: reportero, libretista; incluso se posicionó como jefe de prensa.
Su incipiente aparición en los medios, la realizó en la Radio UdeC. Allí permaneció ejecutando diversas labores hasta el año 1973, donde, “por razones obvias”, debieron alejarse de los micrófonos, y por consiguiente, de la universidad.
El forzado cambio de switch lo llevó a desempeñar otra área de las comunicaciones, el diseño de estrategias en las industrias. Allí bosquejó algunas ideas en la actual CMPC, conocida por todos como “la papelera”, en la ciudad de Laja.
Exiguo colaborador de la Casa de la Cultura, dependiente de la recién nombrada empresa, fue siete años después donde recibe una llamada que ligaría irremediablemente con la prensa local.
El diario “El Sur” lo quería entre sus filas. Necesitaban especialistas en la naciente sección de “Cultura y Espectáculos” recién creada, generando mayor cobertura que la que existía en aquel tiempo, dedicada sólo a la escasa vida social de Concepción. Inicialmente desde aquella comuna, el medio le brindó la posibilidad de laborar en nuestra ciudad. Así, comienza una fructífera labor
en uno de los más importantes medios de comunicación regional, donde “primaron las oportunidades económicas, pero se fueron revelando excelentes compañeros de trabajo y un desafío que nunca lo imaginé”.
Son las 13 horas, se detiene la grabadora y, lamentablemente, tanto entrevistador como entrevistado, perdimos la micro.
En mundo en sus manos.
Una de las cosas que Gustavo Sáez nunca imaginaría, eran los continuos viajes que realizó junto al TUC. Ellos lo llevarían a conocer países centroamericanos, como Costa Rica, Honduras y Nicaragua; Brasil y Argentina, en el resto de Sudamérica y, por supuesto, nuestro país.
Con agrado recuerda que, en un viaje realizado al sur de Chile, tenían programada una actuación en Puerto Montt para la noche sabatina que venía. Ellos se encontraban en Puerto Chacabuco, en las cercanías de Coihaique, donde debieron tomar una barcaza que se dirigía hacia el puerto de Lirquén.
Por razones un tanto turbias, no pudieron recalar en Puerto Montt, debiendo hacer sonar todas sus sirenas para que, un grupo de botes, los fuera a buscar cerca de las costas Puertomontinas. Con una cara enrojecida por el acontecimiento de su bajada, llegaron al Seno del Reloncaví con una hora de retraso, pero con la convicción de que “el show debe continuar”.
* Alumno de la Carrera de Periodismo de
la Universidad de Concepción. Asignatura Periodismo
Interpretativo
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